La Iglesia de Jesucristo SUD
sábado, 24 de julio de 2010
lunes, 19 de julio de 2010
La Clave de Nuestra Religión
domingo, 18 de julio de 2010
La Primera Visión
En su juventud, José Smith preparó la tierra, removió piedras y llevó a cabo una multitud de labores con las que ayudaba a su familia. Su madre, Lucy, informó que el joven José se inclinaba a la meditación y que a menudo pensaba en el bienestar de su alma inmortal. En especial le preocupaba cuál de todas las iglesias que hacían proselitismo en la región de Palmyra estaba en lo correcto, tal como lo expresó con sus propias palabras: “Durante estos días de tanta agitación, invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud; pero no obstante la intensidad de mis sentimientos, que a menudo eran punzantes, me conservé apartado de todos estos grupos, aunque concurría a sus respectivas reuniones cada vez que la ocasión me lo permitía. Con el transcurso del tiempo llegué a inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a ella, pero eran tan grandes la confusión y la contención entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no… “Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos, un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
“Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que éste en esta ocasión, el mío. Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces, sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber; porque los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia. “Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios” (José Smith—Historia 1:8, 11–13).
En una hermosa mañana primaveral de 1820, estando a solas en una arboleda cercana a su hogar, José Smith se arrodilló y comenzó a expresarle a Dios los deseos de su corazón, pidiéndole guía. Después describió lo que sucedió en seguida:
“…súbitamente se apoderó de mí una fuerza que me dominó por completo, y surtió tan asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo que no pude hablar. Una densa obscuridad se formó alrededor de mí, y por un momento me pareció que estaba destinado a una destrucción repentina” (JS—H 1:15).
El adversario de toda rectitud sabía que José tenía una gran obra por realizar e intentó destruirlo, pero José, valiéndose de toda su fuerza, invocó a Dios e inmediatamente fue liberado:
“…precisamente en este momento de tan grande alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.
“No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (JS—H 1:16–17).
Tan pronto como se hubo recobrado, José le preguntó al Señor cuál de todas las religiones era la verdadera y a cuál debía unirse.
El Señor le respondió que no debía unirse a “ninguna, porque todas estaban en error” y que “todos sus credos eran una abominación a su vista”. Dijo que tenían “apariencia de piedad”, pero que negaban “la eficacia de ella” (JS—H 1:19). También le dijo a José Smith muchas cosas más.
Después que la visión terminó, José se dio cuenta de que estaba de espaldas mirando hacia el cielo. Gradualmente recuperó sus fuerzas y regresó a su casa.
Cuando salió el sol aquella mañana de 1820, José Smith nunca se habría imaginado que para cuando empezara a atardecer, un Profeta caminaría una vez más sobre la tierra. Dios lo había escogido a él, un joven desconocido que vivía en la región occidental de Nueva York, para llevar a cabo la obra maravillosa y el prodigio de restaurar el Evangelio y la Iglesia de Jesucristo sobre la tierra. Él había visto a dos Personajes divinos y ahora, en forma singular, podía testificar de la verdadera naturaleza de Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo. Esa mañana fue en verdad la aurora de un día más resplandeciente: la luz había inundado una arboleda, y Dios el Padre y Jesucristo habían llamado a un joven de catorce años de edad para ser Su Profeta.
martes, 22 de junio de 2010
Artículos de Fe de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
- Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espiritu Santo.
- Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.
- Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.
- Creemos que los primeros principios y ordenanzas de Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; Segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por immersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.
- Creemos que el hombre debe ser Ilamado de Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.
- Creemos en la misma organización que existió en la Igiesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.
- Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.
- Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
- Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.
- Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.
- Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: adoren cómo, dónde o lo que deseen.
- Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.
- Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.